Podríamos acabar,
(tú y yo)
en algún pueblecito de la costa;
uno de esos que tienen todas sus casas
pintadas con cal
y los gatos duermen la siesta
a la sombra,
sin vergüenza,
sin que nadie les moleste.
Podríamos pirarnos
y dejarlo todo a medias.
Yo me quitaría este vicio tonto que tengo
de escribir poesía
para aliviar
el lastre de vivir en un mundo sin belleza.
Tú podrías, incluso, decirme que sí.