lunes, 21 de julio de 2014

Muchos de los hombres que conozco



Los perros huelen la tristeza,

acercan el hocico a tu entrepierna

y saben si tu corazón bombea fango,

si duermes por las noches

o si pasas las madrugadas

viajando por autopistas vacías.

Pero los perros no comprenden el drama,

quizá sepan que se avecina la tormenta

pero no entienden su literatura,

ni conocen el misterio.


No son muy diferentes

muchos de los hombres que conozco.

Dicen que comprenden el tango del torero,

hablan de constelaciones,

de átomos, de grandes bellezas;

dicen que pueden pronosticar la meteorología

de las próximas semanas,

que conocen la tecnología para hacer fuego,

que decoran las paredes de sus casas

con pinturas.


No son muy diferentes

muchos de los hombres que hablan

de esto o de lo otro,

que se preguntan por el misterio,

que creen que la superioridad de la especie

reside en la pregunta por el sentido.

No son muy diferentes

muchos de los hombres:

todos acercan el hocico a la entrepierna,

todos tratamos de olernos las tristezas.

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