lunes, 23 de junio de 2014

Delincuentes comunes



No tengo ni página en blanco,

ni genoma.

No tengo más que ley seca

en los labios:

abiertos, como la tierra

del desierto de Atacama,

el despacho de aduanas

o el depósito de cadáveres.

No tengo ni pasaporte,

ni huella dactilar,

ni análisis de orina.

No tengo ni firma,

ni prótesis con números de serie,

ni GPSs por carreteras perdidas.

No tengo dramas,

ni alquimias,

ni manos que conviertan

lo que toco en petróleo.

No tengo collar, ni dueño.

No hay brújula,

ni destino,

ni frontera.

Somos ejecutados en los patios

de las cárceles

como delincuentes comunes;

perros de caza heridos,

colgados de los árboles;

reentradas fallidas

en la atmósfera.

Barcos a la deriva.

Somos camas de hospital

con las sábanas recién cambiadas.

La flecha que acaba

en el cráneo

y no en la manzana.

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