No será la luna colgada del Olimpo
la que dé fuego al juego de sombras
que decoran, como pinturas de sangre,
la caverna esclavizada de los ojos.
No llegarán las manos a moldear
el jugo vivo de las Formas.
Sino que de cara a una pared enmudecida,
serán los mismos platos rotos los que caigan,
dejando el eco distorsionado de lo sensible
hecho añicos, a nuestras espaldas.
Apenas por los recovecos de una puerta,
como en la intuición de unos párpados cosidos,
entrará tenue una luz
traída desde Delfos por Apolo.
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