domingo, 25 de diciembre de 2011

Encuentro afortunado para una noche de diciembre



Detrás de los olivos que han visto sangre 

y muerte, con la mirada al frente, 

más allá de la tierra fría y marrón 

que tocan nuestros pies, 

firme ante el horizonte que no es otro 

que la sal disuelta por los mares, 

encontramos nuestra carne y nuestros huesos, 

fundidos con cada mota de polvo 

que aspiramos y cada átomo de oxígeno 

que mancha nuestros labios. 

Como las mareas, como la combustión interna 

en los cilindros, suenan nuestros cuerpos 

cuando nos empotramos contra la tinta 

que escribe los recuerdos, 

el papel en blanco que la atropella 

y el segmento que los separa 

con su olor a olivo, 

a tierra fría, a sal, a motas de polvo 

y a beso.

martes, 20 de diciembre de 2011

Comedia costumbrista



La calle siempre mira con ojos desorbitados 

como el dios omnipresente que es capaz de verlo todo. 

Se mete por el cristal de las ventanas, 

encuentra salas de estar donde brilla el televisor 

y gatos que la miran de reojo descansando 

sobre los cojines del sofá. 

También se cuela en los dormitorios, 

tiene alma de voyeur, no parpadea. 

Ve los gritos de las parejas que hacen el amor, 

los gritos de las discusiones que suenan 

al óxido de una cerradura oxidada, 

a platos rotos. 

Sabe que conozco su secreto 

y se entromete regodeándose indiscreta 

entre las dos hojas bien cerradas que abren mi balcón. 

Me observa inquieto y desvelado, 

descubre que la miro fijamente, buscando en su fondo 

el breve hueco que dejan tus cortinas rojas.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Aguas cálidas



Me sumerjo, como en las aguas cálidas 

de un buen sueño, a tientas en la habitación, 

duermes bajo las sábanas, tranquila 

como el sosiego del bosque en mitad de la noche. 

Dejo caer mi cuerpo a tu lado, 

paso mis dedos por la suave piel de tus caderas. 

Me pregunto cuántas parejas dormirán 

justo en este momento, cuántas compartirán 

un pequeño colchón, igual que este. 

Y pienso que quizá, ser poeta consista solamente 

en ver algo de extraordinario en las miles 

de pequeñas camas compartidas. 

O que tal vez, el amor se nos descubra 

al volver del baño a media noche, 

y que la habitación donde duermes 

sea lo más parecido a un sueño de aguas cálidas 

en mitad de la tranquilidad de un bosque.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Aquel río del que nunca habló Heráclito


También es como el río interminable
que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
y es otro, como el río interminable.
José Luis Borges



Aquel río del que nunca habló Heráclito 

cruzó por los puentes de diciembre, 

desojando cuatro manos desconocidas 

en los azules más llenos de tormentas. 

Pasó por las llanuras de enero, 

fugaz como el fugaz trueno de los besos lentos, 

frío como el frío de las sombras extrañas 

escritas en el vaho de la noche. 

Mojó el suelo de las tristezas de febrero 

sorprendiendo por cada una de las canciones 

de unas lenguas que se anudaron con la Gran Vía, 

como el grito que gritaron los primeros versos. 

Se disfrazó de un marzo escrito de autobuses 

y se mojó los pies de agua salada 

que llenó de carnavales todas las ciudades, 

de sangre nuestros cuerpos. 

Mayo se ahogó en su última madrugada, 

se colmó de preguntas y kilómetros 

repletos de miradas y secretos 

dibujados para las paredes de dos habitaciones. 

Junio se empapó de su música y sus moratones, 

se escuchó su paso como el crepitar 

del cigarro que se consumió en tus labios, 

como una ofrenda de saliva. 

En julio desembocó en una ciudad con mar 

y se durmió con aquel abrazo inédito, 

vio pasar a dos amantes por sus cauces, 

trazó el camino de las vías de los trenes. 

Pasó por agosto como una tormenta de verano 

que llovió por el olvido de todas las primaveras, 

pero amaneció por playas de aguas cálidas 

y deseos de destinos compartidos. 

Clavó sus torrentes en septiembre 

como la traición de una puñalada por la espalda, 

emborronó todas las rutas con su ácido 

y llenó de copas sucias los andenes. 

Pero se bautizó en una canción francesa por octubre 

donde en una tarde de fotogramas impresos en nostalgia, 

un par de cartas trazaron indefinidas los vagones 

cargados de sabores en café y besos rojos tras rojas cortinas. 

Dejó huella en un noviembre erosionado por la duda, 

su sabor de licor plasmó los ocres y marrones 

del otoño que nos esperó cruzando sus ramas, 

repletas de placer y hojas doradas. 

Aquel río del que nunca habló Heráclito 

es un verso siempre nuevo que recorre nuestras bocas, 

en el sin fin de recortes de recuerdo 

que componen esta canción de aniversario