Queda el papel y las cenizas
y otra vez, otra cama vacía
con miles de paredes que encarcelan
sin piedad,
sin bofetones, sin policía.
Queda una ciudad menos a la que regresar
y una respiración entrecortada
que empuja contra mi pecho,
una mesa con dos sillas vacías
y dos platos y dos cruces.
Queda el eco de todos los gemidos,
todas las manchas de semen,
el ibuprofeno y el vino,
la huella de tus dientes
por mi cuello y la sangre.
Queda toda la sangre que aún
no he escupido y me sube tráquea
y el primer pitillo enmohecido.
Quedan casi sesenta poemas
que ya hablaban de olvido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario