viernes, 7 de octubre de 2011

Quizá llegue



Mi cara reflejada en la pantalla del ordenador 

es un reflejo de lo que un día fui, 

es una ciudad sin alma 

que carece de estaciones de tren, 

de billetes de ida y vuelta para escapar 

a esa playa virgen escondida 

entre tus pechos y tu ombligo, 

para descansar la cabeza y el miedo, 

para cerrar la puerta a orgullos 

y lágrimas, al miedo 

y a esa horrible sensación de estar siempre solos. 

Quizá llegue una carta sin nombre mañana, 

pero llena de olores de otras ciudades 

y otras habitaciones en llamas, 

quizá llegue una carta llena de llaves 

que abran la puerta de todos los edificios, 

y se despierte cada vecino y cada imposible, 

quizá llegue una carta llena de fuego 

para avivarnos las arterias 

y gritarnos que aún estamos vivos.

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