Atraviesa la luz ese hueco entre la persiana
y el suelo que cubren las cortinas,
te escucho dormir con la respiración tranquila
como si no te dieses cuenta
de que arden nuestras ciudades.
Encima de tu escritorio el ordenador está medio cerrado
y por toda la mesa hay apuntes desordenados,
tienes el armario abierto, como esperando
a que despiertes para coger tus vaqueros
y aquella camiseta, tus botas negras montan guardia
a pies del espejo de cuerpo entero
que te mira cada mañana, dormida y despeinada,
en tu perchero cuelga la mochila de cuero
que pasearás mañana entre sonrisas y legañas.
Ayer descansabas en esa misma cama,
pero lo hacías con mi voz
que viajaba entre la vigilia y el sueño
como el último pestañeo antes de quedarte dormida.
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