Compraré el primer billete de ida,
tomaré el primer tren que desemboque
en el mar de cada ático
entre redobles de tambor.
Escribiré en las estaciones de salida,
con los dedos en la arena húmeda
todo el salitre que nos queda por amar,
y cuando regrese, pintaré
mis paredes con un olor que no se olvide.
Te esperaré en el andén
bajo septiembre,
con los ojos encendidos
y la lluvia por sombrero.
Te buscaré en mis bolsillos
releyendo que ya llegas
hasta que se me caigan los ojos
rodando por tus sábanas.
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