viernes, 5 de agosto de 2011

Cinco de agosto



Quema todos los campanarios 

y dime por quién doblan las campanas 

este oscuro cinco de agosto, 

Viernes Santo de Última Cena, de vino consagrado. 

Todos ya están muertos, crucificados bocabajo 

como las vacas en las cámaras frigoríficas, 

goteando sangre, regando la arena de los circos romanos. 

El humo vuelve a los cigarros, 

la ceniza vuelve a ser tabaco, vuelve a ser cáncer 

que rodea todos los ecuadores y latitudes de mi cuerpo. 

Los segunderos no se mueven, pero suenan 

como soldados llamando a tu puerta 

para regalarle a tu viuda una medalla. 

Esta noche brindaremos nuestra muerte 

con los peores sabores, romperemos filas, 

romperemos nuestros huesos 

por calvarios olvidados. 

Y nos olvidaremos.

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