Teme las sonrisas
que son hilos de pescar que te degüellan,
teme esas horas imposibles
y arráncale las lágrimas a los cocodrilos,
escúpele a los ojos verdes que callan
todas las palabras que el rencor te inspire,
no lamas la piel de serpiente,
cambia y miente,
como una prostituta buscando su dinero.
Grítale como a un perro callejero
que vuelca tu cubo de basura,
que quien me calla, me otorga la verdad.
Gírale tu cuello a cada beso
que no rocen los átomos,
ni las navajas afiladas,
ni los mensajes de fin de año,
ni las líneas colapsadas,
ni los trenes, ni autobuses,
ni los sexos ávidos de bocas que aún te buscan
cuando giras la cabeza.
Y con ella aún giran a las seis de la mañana
todos odios y constelaciones,
todos los dioses griegos furiosos
que estallan en sus olimpos,
todos los tronos llenos
de reyes muertos
con sus espadas empuñadas en oro
y sus hojas afiladas, preparadas
para sesgar cada cuerpo,
cada adiós y cada orgullo,
cada juego de niños
jugando a maltratar las arterias,
cada canción escrita desde las venas
para hundir las murallas,
las fronteras que quieres derrumbar
con las tormentas de los temporales
mas absurdos,
de los chaparrones más tediosos
del París realista y sucio
de Henry Miller.
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