sábado, 30 de julio de 2011

Oda a todas las amantes de Henry Miller



Teme las sonrisas 

que son hilos de pescar que te degüellan, 

teme esas horas imposibles 

y arráncale las lágrimas a los cocodrilos, 

escúpele a los ojos verdes que callan 

todas las palabras que el rencor te inspire, 

no lamas la piel de serpiente, 

cambia y miente, 

como una prostituta buscando su dinero. 

Grítale como a un perro callejero 

que vuelca tu cubo de basura, 

que quien me calla, me otorga la verdad. 

Gírale tu cuello a cada beso 

que no rocen los átomos, 

ni las navajas afiladas, 

ni los mensajes de fin de año, 

ni las líneas colapsadas, 

ni los trenes, ni autobuses, 

ni los sexos ávidos de bocas que aún te buscan 

cuando giras la cabeza. 

Y con ella aún giran a las seis de la mañana 

todos odios y constelaciones, 

todos los dioses griegos furiosos 

que estallan en sus olimpos, 

todos los tronos llenos 

de reyes muertos 

con sus espadas empuñadas en oro 

y sus hojas afiladas, preparadas 

para sesgar cada cuerpo, 

cada adiós y cada orgullo, 

cada juego de niños 

jugando a maltratar las arterias, 

cada canción escrita desde las venas 

para hundir las murallas, 

las fronteras que quieres derrumbar 

con las tormentas de los temporales 

mas absurdos, 

de los chaparrones más tediosos 

del París realista y sucio 

de Henry Miller.

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