viernes, 29 de abril de 2011

1945


Las bombas sin átomos

están celosas,

porque los poetas solo escriben

sonetos a la bomba atómica.

miércoles, 20 de abril de 2011

Memoria


Las flores marchitas, la sangre

en las almohadas y el luto

son ciegos e inertes ante la luz

de la mañana. Son reos condenados

a galeras en la Laguna Estigia,

pertenecen al seco Mundo de los Muertos.



El Sol aviva los ojos, los llena de un fuego

que se teje con lluvia de tormenta.

La vida nace de un caldo cálido y húmedo,

se aleja de las sombras esqueléticas

y áridas, para flotar en mares de labios

dulces y cuerpos que chorrean espíritu.



La Luna le da el claroscuro a la tiniebla,

empuja el apetito irrefrenable

para que dos animales ocultos

se enreden y crepiten, para que, entre el placer

indócil que nos dan nuestras mentes

en delirio, nos fundamos en la memoria.

domingo, 17 de abril de 2011

Reflexión de autobús e insomnio.



No dormir una noche es ver las carreteras 

empapadas de niebla desenfocada y llovizna, 

aunque el sol empuje con todas sus fuerzas. 

Es ver el infinito rodando por las escaleras. 



Pero el amanecer es siempre un accidente 

hermoso, como sangre que da la vida 

en el vasto asfalto de la madrugada, 

como el dulce encanto de lo contingente. 



Las ojeras son el estigma de la supervivencia, 

una alegoría de la lanza en el costado 

que no alcanza ni el corazón ni los pulmones. 

Son aguantar el sabor del vinagre y la apariencia. 



El destino es lo más parecido a un poema, 

se escribe en la memoria demiúrgica. 

Es dogma inefable, incierto y mentiroso, 

nace en las tinieblas y si lo lees te quema.

jueves, 14 de abril de 2011

Celesta, ácidos y verdes.



Esta vigilia es una Trinidad 

que combina el peso de la vieja 

mano de la memoria, los ecos 

del sueño y un escenario 

enfrascado en libros embalsamados 

de inciensos estivales. 

El facto de la felicidad 

se compone de lagunas y lagos, 

de bicicletas y pantalones cortos, 

se mide en copas de vino 

y en la fuerza de las sonatas. 

El lunar en tu labio superior 

es el grito de una naturaleza 

de color de renacimiento y celeste, 

es signo de sonrisa y carcajada, 

también es la resurrección 

del potente nervio de la ciudad, 

de bosques que se tiñen de ácidos y verdes. 

Es el estigma del vigor en mis pulmones, 

de las pecas que ya se pintan en mi cara.

lunes, 11 de abril de 2011

Pequeño intento de sublimación del sueño



Los minutos que llegan al amanecer 

son lentos y serenos, 

como el caminar de un gato 

a la hora de la siesta, 

como cuando duermes desnuda 

un abril en el sofá.

jueves, 7 de abril de 2011

El Jardín Secreto y la Manzana.



Hacer versos es sol, también mañana 

en el pútrido pupitre de vida, 

es color ácido en justa medida 

como el Jardín Secreto y la Manzana. 



Como nuestra natura cotidiana 

o el ojalá que no se nos olvida, 

es rutina subjuntiva nutrida 

de un deseo de suave porcelana. 



Es fuego, noche y madre primavera, 

es nadar en licores de cereza 

o hacer de nuestra suerte húmeda fiera. 



Hacer versos es tener la certeza 

del ámbar de tus labios en quimera, 

esquivar por sus bordes la tristeza.

domingo, 3 de abril de 2011

Bestia Primavera



Como un fotograma en technicolor, 

un flash en trece pulgadas 

de pantalla o destripar 

tu camisón, 

rodear las lunas, mancharlas 

de saliva, 

mancharlas con las huellas 

de mis dientes, 

ensuciar el cáliz de tu sangre, 

profanar tu templo. 



Beber toda la lluvia 

y absorber por los poros 

todos los milagros, 

drogarme con el sabor 

de tus perfumes, 

y gritarte a los ojos 

que quiero estamparte 

contra mis paredes blancas, 

comer los placeres 

incoloros 

emanando de los nervios 

felinos 

de tu verde o de tu lengua. 



Bestia Primavera, 

quiero consumirte en las manillas 

malditas de un reloj, como tú 

consumes 

mi juventud endemoniada, 

que te revela en su hálito 

lenguas animales. 

Bestia Primavera, 

quiero poseerte 

como esa canción que amo, 

como amo tantas 

otras cosas 

que no se pueden 

poseer.

viernes, 1 de abril de 2011

El tiempo de las cerezas.



El tiempo de las cerezas es breve 

como el embrujo de la adolescencia, 

o las noches de dos rombos 

corriendo por calles recién regadas. 



El fruto es un placer con hueso: 

suave y amable, terso y de piel joven, 

pero el tiempo corrompe 

y no deja más que un núcleo rugoso y duro. 



Duro es el suelo por el que nunca hemos rodado 

comiendo hechizados nuestra carne. 

No es una fruta podrida, blanda y viscosa 

como el colchón de una cama destartalada. 



Pero una cama también puede ser un nido 

donde incubar un cuerpo que espera

 a que no llegues, durmiendo en posición fetal, 

abrazando la soledad de la almohada.