domingo, 31 de enero de 2010

Tokio Blues y la mujer soñadora.



En Tokyo suena un blues desencantado.
            El hierro de las vías anuda los andenes,
te seduce el adjetivo funesto,
 y se alejan, y taladran mis sienes
los vagones vacíos de nada con
el humo que se escapa de los trenes.

En Tokio tú sólo imaginas Tokyo,
desdibujas los relojes leyendo.
             Arrinconas los mitos, maquinas las leyendas,
y forjas los delitos con quimeras,
te haces libre, inmaterial, etérea.
Te separas de los mundos,
colocas una tras otra las vías,
las guías frente a la locomotora
para  que te guíen  a los mares más profundos.

Sorprendes los misterios de tu mente
cuando en corro juegan para alocarte.
Tokyo aparece tras las ciudades submarinas
y tu tren rompe el guión al llegar a su destino.
Despiertas tocando la realidad
            en las contraportadas de los libros.

sábado, 23 de enero de 2010

Safo, Afrodita y el rufián de Eros.


La mirada de las guerras perdidas
Escucha con los ojos de las musas,
Una niebla de deseos oscuros
Que desbarata las muñecas rusas,
Y quita el velo hasta rozar la piel.
Llora, una griega, lágrimas en Siracusa.

La poetisa, que humedece su pluma
En  bravos mares como si leones
Sedientos se bautizasen de sangre,
Escribe en  papiro las sensaciones
Que el alambre de tu cuerpo, al rojo
Vivo, le dicta sin moral ni contemplaciones.

Eros, rufián, la ciega. Lesbos arde
Por tu culpa y ella, más que ambiciosa
Entre la civilización en llamas,
Busca tu lecho ansiosa. Se derraman
Los versos por vuestras prendas efímeras.
Safo te desnuda. Afrodita está celosa.

miércoles, 20 de enero de 2010

Verdaderamente libres.


Cuando el tiempo atraviese su crepúsculo,
cuando se ponga el sol entre las ruinas
de mi generación y las ciudades
corran para esconderse de los monstruos
que han creado la civilización,
cuando Roma se tambalee y caiga.

Cuando yo duerma entre las nubes negras
de la creación mojada por las lágrimas,
cuando las miradas sean borrones
en un traje lleno de lamparones
que tapen las cicatrices del tiempo,
cuando resuenen necias las campanas 
marcando el réquiem y los funerales,
cuando el segundero no se detenga
y gire sin ningún sentido entre los minutos.

Cuando no nos ahoguen las cadenas 
que nos atan al recato del cuerpo, 
cuando se paren todos los relojes
y aceptemos como nuestro el pasado,  
cuando nos amemos sin ningún reparo 
seremos verdaderamente libres.