miércoles, 30 de septiembre de 2009

Endecasílabos a unos nudillos sin rasguñar.

Las razones de un paso equivocado 

no se adivinan con negros lamentos.

Ser calculador, acechando como

gato tras las cortinas a su presa

es quimérica virtud indomable,

para el hombre, un hecho inasequible.



El parqué, cubierto está de alfileres.

Ordinaria es la sangre que derraman

tus rodillas, las palmas de tus manos.

El reloj de cuco marca las tres

en la pared. Sin ningún pundonor,

tu rastro te persigue sin piedad,

rojo coagulado, es el reclamo

de rapaces en busca de manjares

que tu boca no supo alimentar.



El cristal oblicuo de las persianas

cambia la perspectiva del error.

Te ves al no reconocer tus huellas

en un cúmulo mental de escaleras

que no hacen que rodees los espejos,

no hacen que te rasguñes los nudillos.

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